martes, 9 de junio de 2015

ANDROIDE . Relato por Luis Tejada

     


   Iba a quedar sola y sin apoyo, de acuerdo a las palabras captadas por su órgano artificial informático auditivo, capacitado para sintetizar sonidos en la misma frecuencia utilizada por el perro que ladraba detrás de la puerta, desde el mismo instante de su activación. Analizadas las palabras por su IA (Inteligencia Artificial) “seguir existiendo” concepto no muy lógico por el momento para ella, pues no entendía, si ya existía, porque iba a seguir siéndolo, y lo de “ganarse la vida” menos.   Esta última frase la había oído en varias ocasiones desde su activación. En ese instante la volvía a escuchar cuando alguien debatía con otra persona, el destino de un robot activado en el sótano de la casa, que por lo comprendido, se refería a ella.
  La situación le permitía vislumbrar la llegada de tiempos difíciles, por lo tanto el sistema organizaba criterios orientados a elaborar un plan de acción, para responder a la situación implícita en las palabras del hombre, que discutía con la mujer. 
     El lenguaje era utilizado por el mecanismo cibernético, de última generación, de la misma forma como los humanos ponían en funcionamiento, en dos sentidos, el sistema complejo de comunicación: el habla y el consecuente análisis de lo escuchado por la contraparte. 
     Los constructores del androide, habían integrado a su memoria todos los verbos, sustantivos y adjetivos de más de cinco idiomas y la capacidad de asimilar cualquier otro, que en ese momento histórico, se habían convertido en los idiomas de uso común, almacenados en su memoria básica de origen, que le permitían entender, en el sentido estricto de la palabra, lo hablado por todos los habitantes de la tierra y el espacio.
     En esta época, 2150, los equivalentes a los ordenadores del pasado, producto del desarrollo científico y técnico de la sociedad en su conjunto, habían evolucionado a robots con figura humana y se habían convertido en verdaderos amigos de las personas, de la misma manera común en sus congéneres. En los casos de infortunio de los sentimentales humanos, los robots ponían el hombro en el sentido analógico de la frase, como paño de lágrimas e incluso podían llegar a reconocer a las personas y desarrollar sentimientos de solidaridad y apego. Así mismo, disgustarse con los causantes de sus penas, pero no tanto como para agredirlos o hacerlos víctimas de algún castigo.
     Los antepasados robóticos podían emitir frases de consuelo, pero con base a un programa de ordenador. El moderno sistema mental robótico se comportaba igual al esquema neuronal del cerebro humano, permitiendo sentimientos de dolor o alegría, función hasta el momento propia de los humanos.  No se podría hablar de la síntesis de la esencia humana, pero si de un comportamiento de avanzada, increíble hace algunos años, pues se originaba en el sistema cibernético del mismo androide. 
     Las nuevas generaciones de robots estaban equipadas con elementos, que permitían a sus cerebros, adaptarse y responder a la nueva información, así como a estímulos externos. Estos dispositivos también los habilitaban para una función muy importante: la comunicación con otras de sus partes artificiales, brazos, piernas y el importante órgano de la visión.
     El androide está provisto de un sistema de tecnología avanzada, imitando fielmente el papel del sodio, potasio y calcio en la actividad neuronal humana, en la que los iones actúan como las células del cerebro humano, abriendo canales cuya apertura y cierre están ligadas a la actividad eléctrica o al voltaje. En reposo o cuando no está en función, estos canales se cierran. Ante los estímulos una bomba se activa e impulsa el sodio-potasio al axón artificial, como una especie de pulso eléctrico, que dura unos pocos microsegundos, permitiendo el “pensamiento” del androide y la transmisión de pensamientos, sentimientos, emociones colores e ideas varias de un androide a un humano u a otro androide.
     Los androides no están programados, más preciso sería decir que es enseñado, algo así como la educación en los niños, se le provee con una gran cantidad de información selecta, que ellos después se encargan de manejar con base en su autonomía.
     De acuerdo a su predeterminación cognoscitiva y verificando el tono de la voz de los dialogantes, su sistema nomotético cibernético, analizaba: "un macho y una hembra", enfrascados en diálogos no amigables y de acuerdo a su experiencia, fundada en su memoria, ese comportamiento era una costumbre constante en las parejas humanas al cabo de un tiempo de llevar una relación, reconocida como matrimonio. 
     —No puedo desconectarla como estás proponiendo —dijo con forzada sonrisa el hombre—. Después de activados los androides no pueden ser apagados legalmente, sería  como cometer un asesinato. Estas creaciones con los días llegan a ser totalmente racionales, es un proceso como el de los niños al crecer, pero en el caso de ellos, más rápido en el tiempo.
     —Me tienen sin cuidado esas cualidades. Para mí son cincuenta kilos de chatarra —dice la mujer mirando al hombre con agresividad y celos.
     —Deja la terquedad y escucha,  no es tan sencillo abandonarla así no más —se lo dice  con voz irritada— Si no fuera por la estructura artificial, estaríamos ante un semejante, y dejarla a su suerte sería cometer un delito, pues adquirimos compromisos legales al comprarla. 
     —¿¡Semejante!? Yo soy mucho más bonita y además entre las dos existe una pequeñísima diferencia: ¡soy de carne y hueso y ella está fabricada con sustancias inertes! — exclamó la mujer. El hombre vaciló por un momento con el argumento cierto y pensó muy bien la respuesta, para no ir a ofenderla. Más bien decidió continuar esgrimiendo razones científicas, para tratar de convencerla de lo importante llevar con ellos al valioso androide.
     —La relación con el medio les da experiencia estos organismos. Su sistema lógico formal integrado, les permite desarrollar cada vez más, en una escala superior, criterios iguales o superiores a los nuestros. Además el contrato con el estado, regulador de las actividades de los constructores y los derechos de los androides, no permite su desactivación. La fuentes de poder de estos milagros pueden durar lo mismo que la edad promedio de los humanos, ciento veinte años, habría que esperar a su muerte, como nosotros, de viejos— remató el hombre con aire docto.
     —Pues de todas maneras con nosotros no va, no me convencen tus argumentos científicos, y además no cabe en el aerodeslizador —aportó la mujer con voz agria y segura. Los vehículos antigravedad son muy pequeños. Bruno no hace sino ladrarle a ese remedo de humano, por algo será, los perros presienten el peligro, el pobre animal está cada vez más nervioso con esa presencia —le enrostraba al marido, responsable del androide, que en esos momentos escuchaba y analizaba todo lo afirmado por la pareja.
     A la androide su complejo proceso cognoscitivo le permitía concluir, sin lugar a dudas, que la mujer acabaría saliéndose con la suya y ella quedaría a la deriva.
    Al hombre le habían ofrecido un empleo con un magnífico sueldo. La empresa IA Robotica Inc. estaba reclutando, por orden de la filial del distrito norte, a los expertos en el importante ramo de la inteligencia artificial en todo el mundo. Debía partir de inmediato y no tenía tiempo para solucionarle el problema al robot adquirido no hacía días. Como la esposa no quería colaborarle por lo visto,  abandonaría la IA a su suerte.
     —“Donde manda capitán no manda marinero” —se dijo con desconsuelo el pobre hombre. 
     En el fondo confiaba que la inteligencia artificial del robot, le permitiera encontrar una salida favorable al problema presentado a su criterio cibernético.
     Con el dolor de su alma y ante la prisa de marchar, le hizo señas a la mujer, llevándose el dedo índice a los labios en el sentido de hacer silencio, de que se dirigieran al garaje donde se encontraba el transporte. Una vez frente al vehículo antigravedad  y como unos delincuentes fugitivos, se precipitaron dentro del vehículo. El humano introdujo, en la pantalla digital de mando, el plan de vuelo sin usar las manos, por un momento se le vio concentrado en el dispositivo visual, el cual recibía órdenes directamente del cerebro del hombre sin el uso de interfaz, ni palabras. En silencio, el majestuoso aparato se ubicó en posición de despegue, obedeciendo las órdenes telepáticas del hombre, y se elevó a la altura programada, perdiéndose en la distancia.
     Ante el abandono evidente, el cibernético pensamiento concientizaba al androide de la imposibilidad de quedarse en el abandonado lugar y menos permanecer a la intemperie. Tenía que procesar rápidamente las diferentes opciones presentadas a su sistema para determinar lo correcto por hacer. La información acumulada, en su sistema cognoscitivo, se unía a otras funciones del pensamiento artificial para tratar de dar con una solución aceptable. La conclusión lógica, después de un ligero recalentamiento de sus circuitos, fue que la única manera de permanecer viviendo bajo techo y evitar los peligros de la calle, era conseguir un trabajo, en su fuerte: divertir al público con el canto y el baile. 
    El joven gerente de la tienda electrónica, apenas apreció la bella cara y los grandes ojos de color negro, cabello del mismo color y de textura idéntica al humano, cuerpo curvilíneo perfecto, quedó de inmediato prendado de la solicitante de la plaza laboral. Y a su vez la bella IA (inteligencia artificial) al observar los gestos de admiración del muchacho, de inmediato intuyó que estaba ante la solución del problema que la había llevado hasta el lugar.
— ¡Muéstrame que es lo que sabes hacer! — Le dijo el hombre al bello espécimen que tenía al frente, con una solicitud de trabajo.
     La chica como respuesta cantó y danzó como una diosa. Eran habilidades propias de su formación predeterminada y susceptible de ser perfeccionada posteriormente por su propia capacidad. Un emocionado abrazo del impresionado joven, le motivó a la muchacha androide, un gesto con los labios como si sonriera, función no razonada totalmente ni utilizada hasta ese momento. 
    En lo más profundo de su sistema cibernético se analizaban, se creaban, se reproducían nuevos pensamientos y sentimientos complejos y el convencimiento de que por ahora, estaría a salvo de la intemperie.


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